

Después de confesarlo, lo
dejó para atender a otro enfermo que se hallaba en la casa vecina. Al salir, quiso
saber cómo se encontraba el muchacho. "Falleció poco después de dejarlo usted." -dijeron sus padres sollozando-. Un sentimiento de alegría por haber llegado
tan oportunamente se mezcló en su alma con otro de temor al comprobar el peligro
que había corrido el pobre chico.
Regresó pensando y repitiendo en su interior:
" ¡Cuántos niños se encontrarán a diario
en la misma situación y correrán los mismos riesgos por no tener a nadie que les enseñe las verdades
de la fe!" Y la idea de fundar una Sociedad de hermanos, dedicados a impedir este peligro por medio de la educación cristiana, se hizo en él tan
obsesiva que fue a buscar a Juan
María Granjon y le expuso sus planes.