
Habiendo reunido a los Hermanos, que estaban asustados por las visitas de inspección del procurador del rey, acompañado de guardias, les dijo:
- “No os asustéis por
las amenazas de que somos objeto, ni os preocupe vuestro porvenir. María, que
nos ha reunido en esta casa, no permitirá que seamos arrojados de ella por la
malicia de los hombres.
Vamos a ser más fieles
que nunca en honrarla y mostrarnos como sus verdaderos hijos imitando sus virtudes;
aumentemos la confianza que le tenemos y recordemos que ella es Nuestro Recurso
Ordinario. Para merecer su protección y librarnos de todos los peligros, por la
mañana, antes de la meditación, cantaremos La Salve”. Esta fue la única precaución que quiso tomar en aquel momento de preocupación, y María, en quien había puesto toda su confianza, no le defraudó: el prefecto, que amenazó con deshacer la Congregación, fue trasladado; desde esa fecha se dejó de molestar a los Hermanos.
Desde entonces se ha continuado el canto de La Salve en nuestras Comunidades.