Érase una vez un príncipe que vivía en el país de los cuentos.
Era soñador, le encantaba tumbarse en un prado junto al castillo y contemplar el cielo azul. En ese prado las flores eran más grandes y bellas que en ninguna otra parte del mundo. Y el príncipe soñaba con grandes palacios con espejos y estancias brillantes.
Sucedió que murió el rey, y el príncipe subió al trono. Y nuestro príncipe, convertido en rey, se encontraba con frecuencia ocupado reinando con grandes palacios con espejos y estancias brillantes.
Entonces descubrió que lo más hermoso era sentarse en la ventana y soñar con un prado donde las flores fueran las más grandes y más bellas que en ninguna otra parte del mundo.