martes, 28 de marzo de 2017

Aquel ciego podemos ser cada uno de nosotros. Tenemos zonas oscuras a las que aún no ha llegado la luz de Cristo. Y se resienten nuestro seguimiento y nuestra misión. Como el invidente del relato, somos incapaces de vernos con la mirada de Dios a nosotros mismos, a los demás y a la realidad que nos rodea. Me hago consciente de esas zonas oscuras; medito sobre los pasos que estoy dando para avanzar y fortalecer mi fe; reconozco las personas y las situaciones que me ayudan a madurar en mi fe y también las que me estancan.