Señor,
he conseguido verte
en la cara de los hambrientos,
pero luego
y se me ha olvidado todo.
Perdón, Señor.
Tú me dijiste que
en la cara del que sufre
estás Tú.
Sufres mucho;
en esas caras
de hambre y enfermedad
no hay gritos
ni se quejan.
Ésos son mis hermanos
y me da vergüenza mirarlos.
Dame, Señor, más coherencia;
dame, también, una boca bien cerrada
para no quejarme tanto.
Dame unas manos más abiertas,
para que ni ahora ni nunca
me olvide de mis hermanos pobres.