martes, 10 de junio de 2014

Los Hermanos jóvenes son un tesoro



Cierto día un Hermano Superior entrado ya en años, poco sufrido y exigente, molestado por la presencia y por el ruido que hacían los Hermanos Jóvenes, exclamó en un momento de impaciencia:
- “¿Qué provecho nos traen esas miniaturas de Hermanos? Solo sirven para turbar el orden y el recogimiento y dilapidar los bienes el Instituto”.
Casualmente oyó estas palabras Marcelino y se contentó con responder sonriendo:
- “¡Miniaturas de Hermano! En verdad, eso es muy poco; eso es despreciar mucho a esos jóvenes; califíquelos por lo menos de medio Hermanos.”
Marcelino aprovechó la ocasión para dar a los Hermanos veteranos varias instrucciones sobre la estima que se debe tener a los Hermanos Jóvenes y el cuidado que hay que poner para encariñarlos con la vocación y formarlos en la virtud:
- “Gracia muy grande es la vocación religiosa para aquellos a quienes Dios se la ha concedido, cualquiera que sea la edad en que reciban ese favor. Pero, a mi parecer, es un favor insigne y, me atrevo a decir, una gracia de primer orden, el ser llamado a la Vida Religiosa en la edad primera.
Los Hermanos Jóvenes, si se los instruye y educa debidamente, son la bendición para nuestra comunidad; son la esperanza, la riqueza, el tesoro del Instituto y llegarán a ser el ornamento, la gloria, el sostén y las columnas del mismo”.