martes, 7 de febrero de 2017


Los creyentes somos invitados a ser sal y luz en un mundo que  olvida ser  chispa y salero. Un mundo que le da la espalda a la luz para recrearse en la oscuridad y la ceguera. Por ello, la Iglesia, los cristianos debemos ser personas abiertas, acogedoras, no pensar y mirarnos sólo a nosotros, sino salir al encuentro de los hermanos, en especial de los marginados y olvidados por una sociedad, que busca su propio bienestar.