martes, 14 de marzo de 2017



Los discípulos se asustan pero Jesús les dice que no tengan miedo. Para ello les toca, les acoge y ellos sienten la cercanía de Jesús y pierden el miedo. También nosotros tenemos miedo. No nos dejamos tocar, acoger, amar por Jesús, el Hijo predilecto de Dios. No nos abandonamos en sus manos porque nos falta confianza. Nuestra fe es endeble, pobre. Cuando realmente conectamos con nuestro interior, escuchamos a Jesús en el silencio, nos damos cuenta que a través de Él Dios nos ama, nos perdona y nos acoge. Nos llamamos cristianos, pero realmente no lo somos porque para ser verdaderos seguidores de Jesús tenemos que descubrirlo y vivir a su estilo que no es otro que amar a los más desfavorecidos, a los más alejados, a aquellos a los que la sociedad da de lado.