En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos esta parábola: Un hombre que se iba al extranjero llamó
a sus siervos y les encomendó su hacienda: a uno dio cinco talentos,
a otro dos y a otro uno, a cada cual según su capacidad; y se
ausentó. Enseguida, el que había recibido cinco talentos se puso a
negociar y ganó otros cinco. Igualmente el que había
recibido dos ganó otros dos. En cambio el que había recibido uno se
fue, cavó un hoyo en tierra y escondió el dinero de su señor.
Al
cabo de mucho tiempo, volvió el señor de aquellos siervos a ajustar cuentas con ellos. Se presentó el que había recibido cinco talentos llevando consigo otros cinco y diciendo: Señor, cinco talentos me
entregaste; aquí tienes otros cinco que he ganado. Su señor le
dijo: ¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al
frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.
Se presentó también el de los dos talentos y dijo: Señor, dos
talentos me entregaste; aquí tienes otros dos que he ganado. Su
señor le dijo: ¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido
fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. Llegó también el que había recibido un talento dijo: Señor,
sé que eres un hombre duro, por eso me dio miedo, y fui y escondí
en tierra tu talento. Mira, aquí tienes lo que es tuyo. Pero su señor
le respondió: Siervo malo y perezoso, al menos deberías haber entregado
mi dinero a los banqueros, y así, al volver yo, habría cobrado lo
mío con los intereses. Quitadle, por tanto, su talento y dádselo al
que tiene los diez talentos.
Adaptación Mt 25,14-28
Reflexión:
Todos nosotros tenemos diferentes dones que hemos recibido al nacer. Para unos es muy fácil aprender música, para otros las matemáticas, para otros hacer deporte. Pero no nos podemos conformar con eso. Debemos aspirar a más, superarnos a nosotros mismos, poner en marcha nuestro talento para ganar otros. Seguro que con nuestra ilusión y entrega, junto con la compañía de Dios podemos ser mucho mejores.