
Este
Evangelio nos recuerda que no se pueden separar los aspectos luminosos de los
momentos oscuros, el dolor del gozo, la muerte de la resurrección. Pedro, y lo
mismo nos pasa a todos, intenta retener los momentos de ganancia y de luz
("hagamos tres tiendas aquí, donde te manifiestas resplandeciente, donde
todo es bonito y perfecto) pero no se puede quedar uno sólo con eso.
Comportaos
como los verdaderos discípulos, disponeos a romper con vuestros viejos esquemas
mentales, a cambiar de lenguaje y de significados, a cuestionar vuestra propia
lógica y vuestras ideas aprendidas. Arriesgaos en un camino de pérdida,
derroche y entrega, sin más garantía que Su palabra. ¿Eres capaz de jugártela
al 40?
Si
permaneces en lo alto del monte, si cultivas tu iNterior desde la propuesta de
Jesús, si rompes con aquello que nubla tu vista al mirar a los que te rodean,
si pones luz en tus relaciones… serás capaz de descubrir el rostro de Dios, de
Jesús, en la gente, en los momentos que vives, en las circunstancias de cada
momento, y en tu propia vida.
Y
a la vez tú serás ese rostro de Jesús, si vives desde la luz, de manera que
cuando los demás te miren puedan decir… Tu cara me suena (a la de Jesús).