viernes, 15 de junio de 2018

Aquarius, una llamada de Dios

Aquarius: nombre de una frágil embarcación. A bordo 629 personas que huyen de la miseria, de la guerra, del hambre jugándose la vida en el mar. Italia: un país de gente buena, cuyo actual gobierno impide que las personas de esa nave desembarquen en tierra italiana. Con todo, ese gobierno, procura alimentos a las personas del Aquarius y pone a disposición de las mismas dos barcos más, que puedan trasladarlas a Valencia, después de que el presidente del gobierno español haya dispuesto que sean acogidos como refugiados. El sábado se les espera en el puerto de Valencia. Cruz Roja será la que, en principio, se ocupe de recibirlos. En el espacio que un día acogió la copa de América, el sábado se acogerá a los refugiados. Donde antes hubo boato y derroche, ahora habrá justicia y compasión.

¿Y después? Hay quién habla de improvisación. Pues sí, quizás haya improvisación. Porque la situación no ha sido prevista y porque ante una urgencia hay que improvisar. Vuelvo a preguntar: ¿qué pasa una vez que esas personas han llegado a Valencia? Ahí es dónde cobra todo su valor la decisión del Arzobispo de Valencia, el Cardenal Cañizares. La diócesis está desarrollando ya una gran labor social. En pisos de la diócesis hay acogidas familias necesitadas. Ahora, con la tragedia del Aquarius, el Arzobispo ha puesto todos los medios de los que dispone la diócesis, para que estas personas no sólo sean bien recibidas, sino bien mantenidas. Porque después de la recepción hay que vivir y hay que esperar. El Cardenal ha dicho que “en ellos vemos una llamada de Dios” para salvarlos.

Efectivamente: “tuve hambre, y me distéis de comer, estaba desnudo y me vestisteis”. Lo importante es dar de comer y vestir. Saber a quién se da de comer o a quién se viste también es importante. En eso la diócesis de Valencia está dando una gran lección: a Cristo mismo estamos dando de comer.