La causa de Jesús, el reino de Dios, excede con mucho los límites de la
comunidad y de la misma Iglesia. No sólo hay en el ancho mundo personas
capaces de realizar signos liberadores, sino que los cristianos hemos de
reconocerlo, agradecerlo y apoyarlo. El Espíritu de Dios no se encierra
en grupos o instituciones, sino que es soberanamente libre. El
sectarismo y la intolerancia no tienen sitio en la comunidad cristiana.
No puede haber envidias porque otros hagan el bien. Todos los que luchan
por la causa del ser humano, están con nosotros. No hay un solo combate
por la justicia que no esté silenciosamente en relación con el reino de
Dios, aunque los cristianos no lo queramos saber. Hoy toca abrir los
ojos y descubrir en el amplio mundo, fuera de mi comunidad, la gran
cantidad de grupos y personas que trabajan por la vida, siembran el
Reino y ayudan a los demás. Descubrir a profetas, testigos, discípulos,
amigos, hermanos... sin títulos, sin credenciales, sin banderas.
Acogerlos y alegrarme con ellos y por lo que ellos hacen. Gracias. No
somos pocos.